jueves, 29 de diciembre de 2011

JUNTOS EN EL CAOS: Pequeño manifiesto adisciplinario

Here we are. Let us say Yes to our presence together in Chaos.
John Cage:
Silence




El siguiente escrito es una autoentrevista.

- ¿Quién eres?
- Inti Santamaría, artista.

- En tu currículum dice que eres pintor.
- Sí; pero ahora también me interesa practicar la no-pintura.

- ¿En qué sentido?
- En el sentido del cuerpo. Hace años empecé a pintar el cuerpo, y lo he dibujado desde siempre. Me gusta verlo, sentirlo. Adoro el desnudo, la piel es bellísima. Por eso empecé a ver danza desde hace relativamente poco; pero ahora ya la necesito siempre, incluso para comenzar a mover —poco a poco— mi propio cuerpo. Me estimulan las intersecciones de la danza con el body-art y el performance. Eso me ha llevado a interesarme por lo escénico, lo vocal, lo cinético, lo temporal, lo tridimensional (ámbitos de los cuales sigo siendo universalmente ignorante)... Hoy puedo entregarme a un batiburrillo de disciplinas. Mis actuales coordenadas son: CUERPO / TIEMPO / ESPACIO. Claro que apenas empiezo con esto, para mí es algo nuevo.

- ¿Has renegado del arte figurativo?
- No. Sigo amándolo, ¿cómo podría yo dejar de adorar a Diego Velázquez, y de fascinarme con Joaquín Sorolla, Saturnino Herrán o Lucian Freud? Pero el arte figurativo no es mi único amor.

- ¿Cualquier porquería puede ser arte hoy en día?
- Sí puede serlo, pero no necesariamente lo es.

- ¿Qué es el arte contemporáneo?
- Diré lo que es para mí, puesto que todo indica que es imposible definirlo de una vez para siempre. Este tipo de arte, surgido más o menos a partir de 1945, es plural, muchas veces contradictorio y abierto a múltiples significados no preestablecidos. Las obras contemporáneas caminan solas más allá de la persona del artista, suelen ser de autoría colectiva, subrayan el proceso de su elaboración y no un resultado rígido, y frecuentemente necesitan la interacción del espectador-participante. No se encierran en disciplinas establecidas, sino que son un terreno de cruce para todas las prácticas y teorías que hagan falta.

- ¿El arte conceptual es un fraude?
- No se puede generalizar. Pienso que no existe el arte conceptual ni los artistas del conceptualismo; sólo hay obras que recurren o no a esas estrategias. Y éstas pueden ser enriquecedoras, fascinantes, profundas, interesantes, gozosas o cuestionadoras, sean o no una parte o derivación del arte conceptual. Por otro lado, también hay obras conceptualistas pésimas.

- ¿El arte conceptual es bueno?
- ¿Qué se entiende por «bueno»? Cuando la Académie Française dictaba los cánones del arte en su país, podía hablarse de un criterio hegemónico oficial, por discutido que pudiese ser para algunos. Igual pasaba en muchos otros países. Pero hoy llevamos más de un siglo sin un canon oficial para emitir juicios, es la Babel del arte. Y, sin embargo, la huella del conceptualismo es especialmente determinante; Pablo Helguera dice que es la actual academia. Quizá no lo sea del todo; pero es inevitable el deber de estudiarla y asimilarla, y después recurrir a ella, ya sea para continuarla o rebatirla. Pero siempre con conocimiento de causa. El brasileño Oswald de Andrade proponía que el artista, como el antropófago de la Amazonia, devorara al más bravo de sus enemigos para fortalecerse. «Que nadie entre aquí si desconoce a Duchamp.» Ni modo, así está la cosa.

- ¿Qué rescatas del arte contemporáneo?
Existe una tradición valiosa en el arte contemporáneo. Pienso que algunos de sus mejores componentes son: la rebeldía social; el impulso de revolucionar todo lo aburrido (por ejemplo, mediante el juego y el humor); la comunicación más directa con el público y su inclusión; la crítica a las instituciones del arte; el querer ir (a veces) más allá del ego individualista y abarcar procesos colectivos; la aceptación de las realidades cotidianas para presentarlas y no representarlas mediante la ficción; la gran apertura y búsqueda de procesos más libres en el arte; el deseo de transformar todos los aspectos de la vida... Claro que muchos de estos factores pertenecen a una buena parte del arte, no necesariamente al contemporáneo. También salirme de las disciplinas delimitadas me importa crecientemente. Amurallarse no lleva a mucho.

- ¿O sea que ya no hay nada importante en las vanguardias históricas?
- Cada quien rescatará lo que mejor le venga. A mí me importa el surrealismo desde las ideas de El amor loco (1937) de André Breton, con su poesía cuasi indescifrable pero toda ella gozo (a veces lindante con sentimientos y emociones muy diferentes del gozo). El azar objetivo es para Breton la expresión del destino, y éste, de la libertad: cuanto más libremente elegimos, más obedecemos un precepto apenas adivinado, presentido. No hay casualidades. Y lo importante es saber aceptar aquello que va más allá de nosotros, y reconocernos y fluir en ello. Perdón si sueno pedante, pero no sé decirlo de otro modo.

- ¿De qué desventajas adolece, según tú, el arte contemporáneo?
- Unas de las peores fallas del arte (contemporáneo o no) suelen ser los artistas. En un grupo de pintores al cual pertenezco, El Ojo de Medusa, redactamos hace cuatro años y medio un texto donde poníamos el dedo sobre esos grandes defectos: «frivolidad, egoísmo, banalidad, trivialidad, simulacro, efectismo y cinismo». Condenábamos ese «arte cool para gente bonita», que es «un signo de estatus», y producto de un mercado inflado por especuladores monetarios. Y concluíamos que «en el fondo nada recriminamos al arte contemporáneo. No estamos contra ese arte: es contra los artistas Exquisitos [frívolos] y su modito.» Sigo suscribiendo eso mismo. Muchos de esos problemas de las artes visuales en México surgen porque aquéllas se han amurallado en el negocio. El auge comercial y el ascenso de superestrellas hacen del circuito oficial de las artes visuales especialmente refractario a artistas 100% independientes, pues tal circuito está muy crecido pero no tiene pluralismo. También está superpoblado, y por ende la competencia alcanza cotas atroces. Hay una larga cola para exponer en la inmensa mayoría de galerías. Las becas y premios no se dan abasto para despachar a todos los aspirantes, incluso a todos los buenos. Espero que haya mayor pluralidad en otros circuitos; creo empezar a conocer algunos.

- ¿Es que hay artistas contemporáneos que no sean frívolos?
- Ante todo, debe aceptarse que las generalizaciones no son buenas (en general, jo). Debe distinguirse entre el arte contemporáneo y la frivolidad, que puede llamarse Exquisitez. Conozco a muchos artistas contemporáneos que viven, como tú y yo, al día; que poseen una conciencia aguda de las desigualdades sociales; que incluso han sufrido discriminación racista, clasista o de alguna otra índole. Paralelamente, una pose pretenciosa y esnob puede tenerla alguien tanto de la colonia Condesa como de Ciudad Neza. Y, por otro lado, muchos pintores y demás artistas de disciplinas tanto contemporáneas como tradicionales disfrutan de lazos inconfesables, palancas influyentistas, nepotismo y enchufes políticos; de herencias aristocráticas recibidas vía un apellido rimbombante; del dedazo mágico (sin albur) de coleccionistas multimillonarios... Todo ello es parte de la vida, y una parte muy ignominiosa. No es privativo del arte contemporáneo. Es enriquecedor aceptar muchas ideas y actitudes del arte contemporáneo. No todo él es exquisito.

- ¿Hace falta leer rollos largos y rebuscados para entender todas las obras de arte contemporáneo?
- Creo que a veces sí. Pero también creo que muchos artistas abusan de ello. Borges decía que la brevedad de su propia obra era una muestra de respeto para con el lector. Ser rollero apenas se le puede perdonar a Tolstói o a Proust; ¿por qué habríamos de perdonarlo a cualquier artista menor?

- En tu obra ¿recurres a las explicaciones verbales?
- Ahora sí, cada vez más, pero no siempre.

- ¿O sea que tus trabajos ya no son estéticos?
- Muchos siguen siendo estéticos, pero no todos. Me ha importado la estética porque ella nos conecta con la percepción directa a través de los sentidos. Incluso mis (primerizas, humildes) piezas no estéticas apuntan al contacto directo con lo físico.

- Suelen interesarte los temas solemnes. ¿Estás peleado con el humor?
- Para nada. Simplemente así nacen mis obras, en el fondo me atraen temas bastante tradicionales. Pero —dicho sea de paso— a veces creo que algunas personas suelen linchar a quienes no recurrimos siempre al humorismo. Cuando éste se convierte en una dictadura, entonces ya no le veo ningún chiste.

- ¿Prefieres la reacción de la sensibilidad o los conceptos?
- Ambos. Como decía Robert Venturi: «I prefer both/and to either/or».

- ¿Quieres agregar algo?
- Sí. El más reciente par de años he aprendido muchas cosas nuevas sobre arte, estrategias creativas, asuntos escénicos, trabajo colectivo, música y expresión corporal. Taniel Morales ha sido fundamental en varios de esos aspectos. Mis maestros y compañeros han sido también (en orden alfabético), Ana Paula Camargo, Melissa Cisneros, Tamara Cubas, Ariadna Franco, José Miguel González Casanova, Olga Gutiérrez, Sergio Arturo Honey, Haydé Lachino, Shaday Larios, Nadia Lartigue, Bárbara Lázara, Magdalena Leite, Víctor Lerma, Mónica Mayer, Martha Moreyra, Anabella Pareja, Nato Pla, Alma Quintana, Héctor Soberón, Esthel Vogrig. A algunos de ellos los conozco solamente desde mi papel de espectador; a otros los conozco muy poco, casi nada; pero a todas y todos agradezco muchísimo lo que les he aprendido.















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