martes, 28 de agosto de 2012

«Estudié Letras Clásicas», un texto de Francisco Solís

[Con la amable venia de su autor, reproduzco aquí un escrito sobre una de esas carreras universitarias muy raras y aparentemente inútiles, como aparentan serlo todas las artes. Léanlo, es muy sincero y a mí me ha conmovido. Inti Santamaría.]




Estudié Letras Clásicas. ¿Qué demonios significa eso? ¿Esa cosa rara a la que mi familia sigue llamando "Licenciatura en Filosofía y Letras"?

En cierto sentido mi familia y ciertos allegados (a quienes por más que les haya repetido el nombre de mi carrera siguen sin aprendérselo) tienen razón en seguir viéndolo como algo vago e impreciso. Lo es.

En otra ocasión contaré cómo es que llegué a estos insignes estudios, por ahora sea suficiente decir que, como la mayoría de mis compañeros, llegamos ahí por accidente. Lo cierto es que nadie entra ahí con aspiraciones de volverse rico o tener un gran trabajo (para eso estudias otras carreras económicamente prometedoras). La cuestión es diferente. A esta carrera, si no entraste porque querías entrar a otra carrera y te metiste para pedir el cambio más adelante, entras por dos razones: 1) tu maestro de etimologías era un encanto y te contagió el gusto por las lenguas clásicas (griego y latín). 2) Entraste ahí porque no sabías qué hacer, y la indefinición que está implícita en la simple denominación de la carrera resulta muy seductora.

"Haiga sido como haiga sido", de pronto te encuentras ahí, hablando con niños de 18 años que te preguntan si ya leíste el tratado de lingüística general de Ferdinand de Saussure, mientras comienzas a ver el alpha, beta, gama, delta... Los primeros semestres son maravillosos, tu ingenuidad aún te permite hablar de literatura con tus compañeros, hablas de Shakespeare, de Wilde, de Dostoievsky. Supones que leerás muchas cosas buenas, que podrás leer a Sófocles en griego.

De pronto, ves cómo a tu alrededor a la gente se le va insertando un chip extraño, en donde todo tiene que ver con el mundo greco-latino. No existe ni la televisión, ni las noticias, ni Madonna, ni nada que tenga que ver con la realidad actual, pero aún hay cierta y hermosa ingenuidad que te permite relacionar el presente con las cosas que estás estudiando. Todo eso resulta, a tal grado encantador, que un día te topas súbitamente con la pregunta ¿qué voy a hacer cuando termine? ¿voy a ser un maestro de etimologías grecolatinas? ¿qué se supone que voy a hacer? Cuando estudias medicina sabes que serás médico, cuando estudias derecho sabes que serás abogado...¿cuando termine esta carrera qué voy a ser? ¿Qué es lo que implica un título en Letras Clásicas?

Entonces llega la cruel realidad: es una carrera completamente onanista, su único objetivo es su propia supervivencia. Y esos son los términos en que la tratan, siempre hablan en términos de "rescatar" la cultura clásica.

Es entonces donde se genera un ambiente extrañísimo de competencia, porque no sabes exactamente por qué estás compitiendo. Al ver que las opciones son pocas, la gente comienza a ser recelosa, no les interesa compartir sus conocimientos, comienzan a querer entrar en las élites académicas, casi inconcientemente se relacionan con los profesores para irse inmiscuyendo en las políticas escolares y eventualmente permanecer en la carrera, dando clases en la universidad, haciendo proyectos de investigación, etc. Sus objetivos se comienzan a perfilar.

En el camino muchos se van y sólo se van quedando quienes están consiguiendo colocarse dentro de la misma academia o quienes siguen sin decidir qué es lo que van a hacer de sus vidas y no encuentran otra cosa mejor qué hacer entre tanto... Me cuento entre este último grupo.

Sí, efectivamente, la carrera es tan amplia y ambigua que te permite hacer muchas cosas. Antes de terminar la carrera yo trabajé dando clases de español para extranjeros, comencé mi carrera en el mundo editorial,en revistas de moda (cosa que no fue muy bien vista por muchos compañeros que denostaban como vulgares y superficiales tales asuntos, aunque mi trabajo en moda me ha hecho desarrollar muchísimas habilidades además de la escritura). En realidad hay un gran mercado laboral para la gente de humanidades, en general, siempre y cuando se deshagan del chip de que su deber es trabajar en y para la academia...

Pero sigues en Letras Clásicas... y sigue siendo algo completamente indefinido, es como un accesorio muy sofisticado: para unos su valor reside en la ignorancia del otro; para otros su valor reside en su potencialidad "todo lo que puedes hacer con ese conocimiento".

Yo siempre me jacté de ser brillante en la carrera, en realidad no sé si lo era. Existe ese gran problema de autopercepción, justamente porque no hay un parámetro con el que te puedas comparar. No estudias filología propiamente, entonces no puedes compararte con los filólogos. Tu conocimiento de las lenguas clásicas es rudimentario, sólo puedes mostrar mayor o menor habilidad en las lenguas... El asunto es que no existe un perfil definido, y nunca sabes qué es lo que se espera de tí al terminar. Es por ello que tal inseguridad se vea reflejada en la competencia por la erudición. Entonces los alumnos comienzan a "especializarse", no es que existan propiamente las especialidades en la carrera, sino que cada quien va definiendo sus intereses, que pueden ser tan variados como se te antoje, siempre y cuando esté dentro de los confines del mundo greco-latino, todos adquieren su propia y definitoria erudición que, evidentemente, nos hace superiores al resto... Lo duro es cuando te das cuenta de que no eres un erudito, porque observas los trabajos de los verdaderos especialistas en el campo, y sabes que no sabes nada, que tus puntos de referencia son tan vagos... A partir de ahí tienes dos opciones: 1) admitir que no eres un erudito de nada, que tu formación ha sido tan vaga como el nombre de tu carrera y tratar de sacar el mejor provecho de tus propias habilidades, no de tu erudición; 2) Tratar de compensar tu falta de preparación con más y más datos, hacerte un erudito a la fuerza, hacerte de todos los libros posibles, sin darte cuenta de que lo que hace falta no es información, sino formación... La carrera no provee tal formación. Sólo provee ciertas herramientas para solucionar a medias ciertos problemas... (Es curioso cómo para mí fue más formativa la cafetería de la facultad que los salones, pues siempre conviví más con gente de otras carreras).

Yo, aunque caí en todos los vicios antes mencionados, fundamentaba mi diferencia en mi "apertura" a hacer cosas distintas y a interesarme en cosas fuera de las letras clásicas, para señalarles a los otros, con mi ejemplo, de que "había un mundo allá afuera"... Luego me di cuenta de que esa también era una pose bastante común...

Todo esto es difícil de percibir cuando estás ahí dentro, porque (salvo pocas excepciones y contra lo que pasa en otras carreras) es muy difícil comunicarse con los compañeros, con los maestros y administrativos... Todos tienen pánico de mostrar sus inseguridades, por eso es que en esta carrera no se pregunta, se afirma... En clase no existen las dudas, existen las aportaciones... No se cuestiona a los maestros, sólo se habla mal de ellos a sus espaldas... Todo está velado por ese miedo a mostrar lo frágil que es la armadura de erudición que todos traemos puesta... Y el asunto es que, nunca será suficiente, porque no existe el parámetro para establecer la suficiencia...

Finalmente ¿qué es lo que se estudia? Estudiamos Griego y Latín... y aprendemos Latín, historia de la literatura griega y romana. Además (y sobre todo) llenamos nuestra cabeza con datos muy extravagantes para enfrentar situaciones difíciles de investigaciones extravagantes.

Después todo se reduce a una terrorífica Tesis, pues en ella es donde expondrás tu erudición públicamente, y probarás si tu armadura tiene huecos y cuáles son los puntos flacos de ésta... (Dios nos salve de un dativo de enamoramiento).

¿Qué hago de mi tesis? ¿Traduciré a Ovidio? ¿A Séneca? ¿Analizo nuevamente la cuestión homérica? ¿Cómo obtengo un tema nuevo, que aporte algún conocimiento al campo dentro de los límites de la cultura clásica? ¿Cuál es el límite?

Así es que yo llegué a los Renacentistas, no a todos, a uno. Y lo traduje ingenuamente, finalmente estaba en latín. Entonces me vi fascinado por la relación que establecieron los renacentistas con los clásicos. No los leían para preservarlos de la muerte, los leían para encontrarle sentido a su presente...

Hasta entonces la carrera de Letras Clásicas no fue ya la que rescataba a los autores grecolatinos de entre los libros muertos, ni pretendía la absurda labor de hacer que se aprendiera griego y latín en las primarias, ni traducir por enésima vez los mismos textos, sino encontrar reminiscencias del presente en ese pasado, y no al revés.

Ahora tengo terminada mi Tesis, sobre un autor renacentista, el trabajo no deja de tener puntos flacos y, aunque es fruto de un trabajo de casi tres años de parchar los huecos de esta armadura, se sigue sintiendo vulnerable a las armas de los "rescatistas"...

Volviendo a la cuestión que abre este texto... Sí, estudié Letras Clásicas, por cuatro años, traduje a un autor que nadie conoce y que a nadie le importa, de una lengua que sólo hablan los curitas de vez en cuando, me tardé tres años haciendo una tesis que me daba terror, después de haber cambiado de tema muchas veces...

¿Ahora sé qué son las Letras Clásicas y qué se supone que se espera de mí y qué facultades me dará mi licencia?

No.

¿Ha valido la pena?

Definitivamente.

¿Debo culpar a mi mamá por decirme que estudié "Filosofía y Letras"?

Definitivamente no...



Francisco Solís

lunes, 20 de agosto de 2012

No te preocupes


domingo, 5 de agosto de 2012

Retrato de Inti Santamaría por Oskar Kokoschka



Oskar Kokoschka (1886-1980)
Max Reinhardt (Cabeza), 1919
Litografía
Edición: 125
The Museum of Modern Art, Nueva York
Donación de Paul J. Sachs


[Gracias a María José Alós por relacionar los parecidos. Je.]