I do believe in time travel.
Time travel to the future.
(Stephen Hawking)
Time travel to the future.
(Stephen Hawking)
Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937) acaba de
recibir el premio Velázquez 2015. Valcárcel Medina es un artista aparentemente
muy distinto del pintor sevillano. Sus acciones son tales como saludar desde el
andén a los pasajeros de un tren que no hace parada en la estación, dar
conferencias en morse o fotografiar un reloj de Madrid cada día durante un año.
Dedicaciones que pueden parecer una pérdida de tiempo, pero que nos permiten
plantear algunas preguntas: qué tipo de ocupación es el arte, cuál es la
división entre el horario laboral (trabajo) y el tiempo libre (ocio), qué es el
tiempo en términos productivos y qué papel juega la libertad en relación con
él.
La finlandesa Pilvi Takala (Helsinki, 1981) trabajó
como becaria durante un mes en el departamento de marketing de Deloitte, donde
solamente unas pocas personas conocían la naturaleza artística de su proyecto.
Podemos verla en una mesa sin hacer nada o pasando una jornada completa en el
ascensor. Esto termina por crear una atmósfera insoportable con los compañeros
de oficina, que se preguntan por su extraño comportamiento y piden
explicaciones a los jefes.
Takala argumenta lo siguiente: “la persona que está
sin hacer nada no está ocupada con ninguna tarea, por lo que tiene el potencial
para cualquier cosa. Este no-hacer carece de sitio en el orden general y es por
ello que supone una amenaza. Es fácil erradicar cualquier actividad en marcha
que ponga en peligro el orden, pero el potencial para cualquier cosa es un
estímulo constante que no tiene solución.”
Se puede pensar que reivindicar la pereza en España
es un esfuerzo innecesario, pero no se trata de defender la holgazanería en sí
misma sino el potencial resistente del tiempo no productivo. En un momento de
la grabación, Pilvi le explica a un colega -presumiblemente inquieto ante quien
le parece que está vagueando- que está haciendo un poco de “trabajo
intelectual” (brain work en los subtítulos en inglés, el idioma original
es finés). De esta manera podríamos clasificar la obra de Isidoro Valcárcel
Medina, nombrado pionero del arte conceptual.
El “brain work” de Valcárcel Medina le lleva, en
1973, a llamar a alguien al azar cuando le instalan un teléfono en
casa. Sin un propósito concreto más allá de presentarse amablemente.
Está dando así un uso imprevisto a un elemento, un uso diferente al cotidiano
que nos hace preguntarnos por la esencia de ese objeto (tanto como objeto
físico “teléfono” como objeto conceptual “comunicación”), abriendo
posibilidades alternativas y multiplicando los mundos. Este carácter socrático
es definitorio de la práctica artística de Valcárcel Medina.
De hecho, cuando se habla de sus proyectos, no es
extraño que Valcárcel Medina adopte una posición como la de Sócrates (play the
Socratic card?) para intentar sembrar más preguntas antes que ofrecer
demasiadas respuestas. En la entrevista con él que publicamos en
el número 3 de Input, sostenía que la “vida bien vivida es arte”. Por
su parte, el filósofo de Atenas trataba de enseñar que, en lo que se refiere a
nuestras acciones, buenas y bellas son sinónimos.
Este concepto socrático de belleza encaja
perfectamente con la idea de compromiso de Valcárcel Medina. Tras recibir el
Velázquez, Isidoro renegaba de la producción de obra como pieza externalizable
y finalizada y afirmaba su trabajo como una tarea inacabable. En el año 2012,
dentro del marco del festival PHotoEspaña, se celebró la muestra Nuestro
trabajo nunca se acaba en Matadero Madrid. El planteamiento expositivo
partía de la obra Artist at Work (1978), en la que el artista serbio
Mladen Stilinović “se documenta a sí mismo a través de una serie de fotos en
las que aparece tumbado en la cama, sin hacer nada, poniendo en cuestión la
separación entre la vida, el arte y el trabajo”.
Hay una definición muy interesante y citada de
Valcárcel Medina: “El arte es una acción personal que puede valer como ejemplo,
pero nunca tener un valor ejemplar”. Si nos preguntásemos si las acciones
pueden ser ejemplares como las obras pueden ser maestras, esa frase de Isidoro
nos da una contestación que rebaja la épica y trata de “banalizar” el arte como
algo que sucede habitualmente y no de una manera extraordinaria en contextos
privilegiados. “Acción” es en principio una palabra de la ética que en el siglo
XX pasó al terreno del arte. La vida como el compendio de todas nuestras
acciones, y nuestras acciones como un tejido continuo que se entrelaza a su vez
con otras vidas y otras acciones, es la sustancia básica del tiempo. Por tanto,
el arte como trabajo que nunca se acaba puede ser entendido en el sentido de la
exposición de Matadero y, de forma complementaria, en el sentido socrático de
Valcárcel Medina: si la obra por excelencia es nuestra vida.
Hugo Álvarez