sábado, 10 de octubre de 2015

EL ARTE DE DEFINIR QUÉ ES ARTE (CONTEMPORÁNEO) - Un texto de Florencia Magaril



[A continuación reproduzco un texto interesante que me he encontrado. Es un escrito de Florencia Magaril publicado en la página Hipermedula.org: http://hipermedula.org/2013/04/el-arte-de-definir-que-es-arte-contemporaneo/ ]



Cuando hablamos de “lo contemporáneo” hacemos referencia a lo que ocurre en nuestra época, lo que coexiste, lo actual, lo nuevo, lo de hoy. Sin embargo, una vez establecido en la reflexión sobre el arte, lo contemporáneo se vuelve una categoría que va incrementando su capacidad descriptiva y el conjunto de manifestaciones que comprende. Lo contemporáneo como un espacio maleable donde la reflexión actualiza sus herramientas y ensaya construcciones conceptuales que dan cuenta de la incesante experimentación que el campo del arte potencia.



Una primera acepción del arte contemporáneo es aquella que lo ubica como un fenómeno que comienza a mediados del siglo XIX.


En su libro Arte Actual. Diccionario de términos y tendencias (1985), el crítico Leonel Estrada lo define del siguiente modo: “Movimiento que a partir de mediados del siglo XIX aparece como una revolución artística que se inicia y trata de apartarse progresivamente del arte tradicional de Occidente. Genéricamente, el Arte Contemporáneo es una discordancia que no se ciñe a problemas formales, técnicos o estéticos sino que es algo que afecta su uso social, creando perplejidad en la gente. Ya no es la belleza el canon de medida; ni es la perspectiva, ni la proporción, tampoco son ya la armonía y la simetría lo que este arte ilustra. De ahí que el espectador pregunte, frecuentemente en este arte contemporáneo, ¿Qué es lo que esto significa?“.



En este sentido, el arte contemporáneo se caracteriza por tener múltiples interpretaciones, “opened-ended” que implica que la comprensión del arte no siempre ocurre y los públicos muchas veces se confunden o desilusionan. Esperan una definición única y verdadera sobre qué es el arte y la frustración aparece cuando se confrontan con los múltiples modos de conceptualizarlo. La búsqueda por la comprensión del sentido inscripto en las obras se vuelve al mismo tiempo meta y obstáculo en la relación que establece el arte contemporáneo con sus públicos.



Lo contemporáneo en el arte también ha sido asociado al surgimiento de las vanguardias históricas. Peter Bürger plantea que la meta de las vanguardias históricas (futurismo, dadaísmo, surrealismo, cubismo, expresionismo) fue la reconciliación del arte con la praxis de la vida. En su intento por eliminar el vacío entre arte y vida la vanguardia debía destruir la institución arte y transformar su aislamiento en una fuerza productiva para el cambio social. A través de las vanguardias, según Bürger, el subsistema artístico alcanza un estadio de autocrítica, tanto contra el aparato de distribución artístico, como contra el status del arte en la sociedad moderna.



En tercer lugar aparece la posición generalizada que atribuye lo específicamente contemporáneo a la neovanguardia que surge en los 60. Esta transformación no solo compromete al artista y su práctica sino que desde el dadá hasta el pop art, pasando por el happening, performances, arte povera, arte conceptual, entre otros, se viene produciendo una transformación en el rol del público. Las diversas vanguardias artísticas han buscado distorsionar las líneas divisorias entre arte, obra y público, realizando una completa revisión entre las fronteras arte/vida, creación/ percepción, producción/ recepción, autoridad /realidad, intentando romper la dinámica jerárquica y piramidal modelada por la pasividad del espectador. 



Tres curadoras. Tres definiciones.



Pareciera que proponer una idea única de qué es el arte contemporáneo se vuelve una tarea imposible. Con el afán de aportar a este complejo entramado de nociones rescatamos los testimonios de tres curadoras que nos aportan contribuciones iluminadoras basadas en su práctica curatorial en la Ciudad de México: Ruth Estévez, Itala Schmelz y Carmen Cebreros Urzaiz.



Desde una posición crítica y reflexiva, Ruth Estévez, escritora, curadora y directora de LIGA-Espacio para Arquitectura-DF, afirma: “el arte contemporáneo es una estructura compleja y estamos acostumbrados a un tipo de cultura popular donde todo es regido por la imagen, y el arte contemporáneo justamente no se rige tanto por la imagen sino por medio de textos y asociaciones y la mayoría de la gente está muy poco acostumbrada a este tipo de lenguaje. Entonces, su propio desentrañamiento es complicado. ¿Cómo haces para ponerlo simple y no develarlo al mismo tiempo? (…) el lenguaje del artista contemporáneo sigue siendo muy diferente al del público en general y no tiene que ver el medio en sí, sino su forma de hablar y de reflexionar acerca de ello. Creo que es precisamente porque lo que hace un artista es observar la realidad, reflexionar en torno a ella y materializarla de otra manera.”



Por su parte, Itala Schmelz, crítica y curadora de arte, plantea que el arte contemporáneo ha cambiado sus estrategias, paradigmas, lenguajes, herramientas y ahora no es tan fácil definir qué es una obra ya que muchas producciones artísticas implican procesos de comprensión más cercanos al campo de la educación y pedagogía. Esta idea se vincula con la propuesta de transpedagogía desarrollada por Pablo Helguera.



Según Helguera, desde los años noventa es posible advertir un “giro pedagógico” en el arte contemporáneo introduciendo en el proceso de su quehacer artístico algunas nociones y principios básicos de la educación para profundizar la vinculación entre los públicos y la reflexión crítica. En relación a la finalidad y eficacia del arte, Itala plantea que el arte contemporáneo ha sido la clave para deconstruir numerosos pensamientos dominantes y de control de la sociedad: “Ha sido estratégico para tener un ángulo crítico, poder desarrollar cierta ironía y humor (…) En todas las sociedades siempre ha habido puntas de lanzas y el arte contemporáneo es una de ellas, no es el espectáculo para las masas. Es esa punta de lanza la que permite tener activo el pensamiento, el lenguaje en movimiento y en alerta los paradigmas y los mecanismos de control. Si pensamos cuál es la eficacia del arte contemporáneo yo creo que es muy importante y sustantiva pero no es una eficacia que alcance a grandes masas ni que haga cambios inmediatos, es un arte que siempre se ubica del lado de la transgresión, de lo crítico, lo rebelde, lo que rompe.



Por último, Carmen Cebreros Urzaiz, curadora del Programa Bancomer-MACG Arte Actual, plantea que el artista contemporáneo es alguien en constante transformación de su subjetividad y en esos procesos transformativos es donde se construyen las obras. En este sentido se abandona la idea de genio creador que nos revela las verdades y los enigmas de la vida y el artista se vuelve alguien que se ubica en situación de comenzar de cero cada vez para producir este conocimiento a través de la obra artística. “El arte no necesariamente es pedagógico o explicativo de la realidad, lo que hace es pensar que el mundo puede funcionar de otra manera y eso puede ser desorientador o reorientador.(…) No creo que sea el deber del arte formar a nadie y si el arte adoctrina eso no es arte sino otra cosa muy peligrosa.


Sobre el rol y los mecanismos de los artistas, Cebreros propone: “El artista es alguien que pone a prueba sus propios sistemas de conocimiento y ese cuestionamiento, esa duda y esa necesidad de pensar el mundo de otras posibles maneras, no como revelación ni como verdad, sino como posibilidades para deslocalizarte y, desde esa desorientación pensar en cómo podría funcionar el para mundo.



Actualmente, una vez más la definición sobre arte contemporáneo adquiere nuevos sentidos. Nos encontramos atravesando un momento histórico signado por la multiplicación de la oferta cultural y la proliferación de objetos culturales: “atrapado en una masa caótica de objetos, el individuo creador recicla, transforma, se apodera de los signos que lo rodean”, dice Nicolas Bourriaud, quien propone la idea de postproducción . Este concepto hace referencia a la tendencia de un gran número de artistas a interpretar, reproducir, reexponer y utilizar obras realizadas por otros o productos culturales disponibles en sus ámbitos cotidianos. No se trata de citas, referencias u homenajes, sino de un nuevo uso que propone una relación activa y creativa con lo existente. Se trata de una idea del artista como “apropiscionista”, que se sirve de los códigos de la cultura, de las formalizaciones de la vida cotidiana, de todas las obras del patrimonio mundial y los reordena y hace funcionar de un modo específico, según unos sentidos específicos. Así, los nuevos artistas contemporáneos recurren a la cultura, al lenguaje cinematográfico, a la publicidad, al periodismo, al arte, a todo lo que los rodea, como una caja de herramientas con las cuales “usar” el mundo y crear complejos de significaciones.



Florencia Magaril


http://flormagaril.tumblr.com

sábado, 4 de julio de 2015

Mala fama

Los famas siempre fueron más naturales, más accesibles y, en fin, más humanos que los insoportables cronopios.

viernes, 15 de mayo de 2015

La verdá



[Un textículo mío colgado en Facebook el pasado 12 de mayo:]

Contestando a un comentario muy estimulante de Karina Morales, van estas palabras:

Cierto, hasta la duda es una posición en sí misma. Nadie puede dejar de tener una posición, conscientemente o no, asumida o no.

La noción de verdad es un proceso, no un dato fijo. Se va construyendo de manera dialógica, en el intercambio sucesivo según las circunstancias en el tiempo.

El escepticismo es una de las herramientas más útiles en ese proceso.

Y dado que la verdad no es algo fijo, hay muchas verdades válidas.

Sin embargo, no pienso que sea correcto el relativismo radical, porque también hay muchas pseudoverdades y sandeces en número infinito.

Sí pienso que existen los datos duros y verificables, completamente innegables. Quienes creen en la levitación, la astrología y la reencarnación no han demostrado que sus creencias se correspondan de manera innegable con los datos de la realidad, y por lo tanto caen en la credulidad y la superstición.

Estas cuestiones empezaron a causarme un especial escozor entre 2012 y 2013, cuando me relacioné (por fortuna de manera breve) con dos personas: una de esas personas reporta tener «arrebatos místicos», y supone que existen «energías cósmicas» que «sentimos» con nuestros «chakras» (¿o nuestros chancros?, pregunto yo). La otra de esas personas cree que está haciendo «la Revolución» contra todos los «lacayos del imperialismo yanqui y del capitalismo burgués». Ambas personas coinciden en una postura esencial: tienen una fe ciega y absoluta.

Una consecuencia de creer a ese grado es que esas personas terminan por ser proselitistas permanentes. Dado que sienten que poseen La Verdad, se creen obligados a convencernos de su Buena Nueva. Son predicadores, misioneros, evangelistas, cruzados. Y ¡ay de ti si no les crees! Te excomulgan porque no entras en su narrativa maniquea de redención-condenación.

Recientemente he visto una actitud quizá peor: la de quienes afirman que «están más allá de negaciones y afirmaciones», que ya son «Uno (o Una) con el Todo» en una Perfecta Budeidad, y que se sienten por encima de quienes dudan. Actuar como si sólo existieran la paz, la concordia, el amor y la compasión es una actitud ciega que oculta el lado patológico que tenemos todos, hasta los más santurrones. Es un «buenaondismo» hipócrita y escapista.

O aun más: hay quienes ni siquiera expresan abiertamente sus dudas porque piensan que intercambiar opiniones en un debate público es un acto sin diplomacia, y no quieren que sus relaciones públicas se vean afectadas por una reputación de «peleoneros».

Pienso que ninguno de ellos acierta, unos por ceguera y otros por conveniencia política.

Sí pienso que es imposible no tener cierto número de convicciones, así sean pocas y reducidas en su alcance.

Pero, así como deploro el fanatismo de quienes tienen una idea única, también creo que es tranquilizante no caer en el otro extremo: el de aquéllos que apenas tenemos ninguna fe. Y en eso opino que dio en el clavo Diego Madero.

Pienso que el escepticismo es un método de utilidad esencial, pero es sólo eso: un método, una herramienta, no una solución. Abrazar ese método como la respuesta definitiva me ha sumido a veces en momentos de desesperanza harto gachos.

¿Es un oxímoron la noción de una fe relativa?

No sigo porque no sabría seguir.

Sólo apunto que lo único que me ha hecho sentir que hay un orden superior (así sea por unos instantes) es la emoción que me ha dado cierta música, cierta pintura, y contemplar el cuerpo de varias personas. Más no sé.

Como dice T.S. Eliot: «For us, there is only the trying. The rest is not our business.»

miércoles, 8 de abril de 2015

Dibujín casual


jueves, 1 de enero de 2015

El tiempo toma tiempo

Muy bien: 2014 fue una larga y penosa limpieza de muchos errores profesionales de 2013. Así que mis pasos en 2015 serán los que debí dar desde principios de 2013, incluso desde diciembre de 2012.

Y sin duda vienen varios caminos interesantes. Ya se perfilan.

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