martes, 19 de octubre de 2021

All Art Is Quite Useless

El arte no satisface forzosamente la necesidad de respirar (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de beber agua (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de alimentarnos (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de dormir (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de eliminar los desechos corporales (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de evitar el dolor físico (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de mantener la temperatura corporal (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de sostener relaciones sexuales (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de asegurar la integridad del propio cuerpo (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de salud (asegurar el buen funcionamiento del cuerpo) (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de vivienda (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no satisface forzosamente la necesidad de tener relaciones con amistades, pareja, colegas o familia (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no sirve forzosamente para trasladarnos por la ciudad (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no sirve forzosamente para lavar trastes (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no sirve forzosamente para lavar ropa (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no sirve forzosamente para barrer (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no sirve forzosamente para realizar investigaciones de mecánica cuántica (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no sirve forzosamente para comprar víveres (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea). 

El arte no sirve forzosamente para derrocar un régimen político (pero quizá pueda intentarlo y acaso hasta sirva para eso si se plantea).


Tareas para las que no sirve mucho el arte que más me importa: 

Reconstruir el tejido social. 

Sanar. 

Defender una tesis. 

Emancipar a nadie. 

Combatir un régimen. 

Hacer activismo. 

Ejercer autoridad moral. 

Educar. 

Proponer una moraleja. 

Dar un consuelo directo. 

Practicar ningún tipo de espiritualidad. 

Seguir una línea religiosa. 

Solucionar problemas prácticos urgentes. 

Solucionar problemas prácticos no urgentes. 

Alimentar. 

Defender a un político. 

Plegarse incondicionalmente a las reglas de una tradición. 

Romper radicalmente con las reglas de una tradición. 

Buscar congruencia. 

Conocer la realidad de manera teóricamente comprobable. 

Percibir "realidades" sobrenaturales. 

Ofrecer una terapia directa. 

Informar de manera fidedigna. 

Proponer una utopía. 

Estructurar una identidad. 

Encabezar a un colectivo. 

Combatir delitos o crímenes. 

Cultivar hortalizas. 

Promover una campaña de difusión para el respeto de los derechos humanos. 

Hacer una revolución. 

Apoyar una revolución. 

Hacer la contrarrevolución. 

Alfabetizar. 

Proponer una guía ética para la transformación del país. 

Proponer una articulación de potencias políticas. 

Convocar al espacio público.


#AllArtIsQuiteUseless

miércoles, 5 de mayo de 2021

Ross Feld. ‘Guston in Time: Remembering Philip Guston’

INTRODUCTION by Richard Howard.

In Philp Guston’s late work, of roughly his last 12 years of career, there is “hilarious crudity,” “abrupt and melancholy allegories…”


[NOW ROSS FELD:]

During the 1950s and early 60s, Guston’s work looked as a forced abstraction, as Feld and the artist himself knew. Guston scorned color-field paintings: they were “over-the-couch things.”

In 1962 he has a retrospective at the Solomon R. Guggenheim. Shortly thereafter he comes at a dead end; he feels “self-dissatisfaction,” then enacts an “abdication.” In 1967 came the first forays into a new territory; in 1970 he opens his first exhibition of the new style at the Marlborough gallery. 1974, he quits Marlborough & signs with the McKee gallery. 

Guston said his works were allegories. [Much of his later painting are a series of self-portraits.]

The later Guston work had “a shaggy, even goofy friendliness, a lack of ostentation and argument.” It contains “philosophical humor and self-mockery.” They are “raw” works, “…delirious congregations of imperfections,” a “threatening carnival.” His paintings had “profound, even crude unmannerliness and obverse beauty.” He painted a “strange, funky imagery.” In his work, shadows lengthen in two directions, ladders stand by themselves – all of which is enigmatic. The mood he suggests is “like Shostakovich’s heavy chords.” In Leo Steinberg's Michelangelo's Last Paintings there are examples – enjoyed by Guston – of the “uninviting and bleak,” the “void of grace, dissonant in composition and color.”

Guston wrote: “Advice to myself – /Do not make laws. / [...] You do not possess a style – […]” Guston saw his own work “beyond style, influence, and even aesthetics.”

His paintings sometimes express grief but not sentimentality. Cézanne and Morandi painted immanent, self-contained thingness; not Guston.

Abstract Expressionism is Protestant; its painters “made external works that testified to inner Faith,” purity, truth, essence. But Guston mistrusted essences. Nevertheless, Guston isn't Duchampian/Pop either. Guston is tragic, even when hillarious. Guston is bothered by maximalism and by great dogmas like Mondrian’s. He loved ambiguity like de Chirico’s. 


APPENDIX.

“…Feld saw in these ‘cartoons for the chaos’ neither social satire nor a self-indulgent excursion into comic-strip crudity.” Feld saw in Guston's 1970s work something akin to Beckett.

(Look for the 1978 article Guston’s ‘Wharf’ by Ross Feld. Guston loved it.)

Feld to Guston: “If the paintings were merely fantastic, punishing, and grotesque, I wouldn't have been quite as disturbed.” “The pictures seem to ask: what if you jumped off the world and didn't find just nothing? Suppose you found another something? […] Especially if the other-sided something was nothing you could immediately – or perhaps ever – classify.” Guston adored these words.

jueves, 31 de diciembre de 2020

Mi cuarentena

Mientras vivimos el confinamiento, hay incertidumbre por la economía y, desde luego, por tanta enfermedad y muerte. 

Pero más allá de eso, he superado muy bien el confinamiento por sí mismo. Vaya, hasta lo disfruto. 

Tras el desconcierto que provocó la reorganización de mis actividades durante —más o menos— las primeras cinco o seis semanas, mi vida no ha cambiado mucho. 

Me gusta quedarme en mi casa. 

Transitar por la ciudad me agota.

No me gusta la acción de desplazarme para viajar, ni siquiera a otras ciudades o países (cuando me alcanza el dinero). Es verdad que muchas veces disfruto el hecho de estar en un nuevo lugar, pero no siempre, pues lo desconocido conlleva incomodidad y altos gastos en bastantes ocasiones. 

Detesto que invadan mi espacio personal. Los gentíos me desesperan. Las manifestaciones (del signo que sean) me causan repelús. Prácticamente nunca voy al cine porque las filas y los grupos grandes me drenan la energía; en la tele y la videocasetera, y luego en el DVD, la compu y el celular he visto más cómodamente los filmes que me han interesado. Sí voy a ver danza porque en ella la presencia es insustituible, pero la parte que no me gusta de ir es lo que ocurre antes y después de la función: ubicarme en la butaca, entrar y salir del edificio, etc. Ni siquiera me motiva ir a inauguraciones de exposiciones de arte: si pudiera faltar a mis propias inauguraciones, lo haría.  

Muy difícilmente salgo a fiestas y reuniones, y en caso de asistir siempre soy el primero en irme. Nunca voy a bailar. 

Sí extraño ir a algunos museos, pero ni siquiera a tantos. Mi cultura de la imagen se formó gracias a los cómics y la televisión, y luego las revistas y los libros, no tanto gracias a visitar las salas de los museos. He podido prescindir muchísimas veces de las obras originales y centrarme en la imagen reproducida. 

Para mí Internet es genial. En Facebook he trabado algunas de las amistades que más aprecio, y que son mucho más reales y verídicas que algunas que se formaron en persona. 

No me cansan las reuniones en Zoom o Skype (al menos, no a causa de la plataforma); de hecho, me cansa más una junta presencial, porque en ella es imposible apagar la cámara mientras hago garabatos para compensar el posible aburrimiento. Si estoy tomando una clase, curso o taller presencial, es normal tener que aguantar a algún compañero que "más que una pregunta, tenga una observación", la que desde luego se extiende por minutos infinitos y detestables; en las plataformas digitales podemos evadir eso con mayor facilidad, afortunadamente.

Como dice el 'Tao Te King': "Sin moverme de mi casa puedo ver el mundo". O para decirlo de manera más prosaica y fodonga: hay maneras efectivas en que los asociales, flojos y sedentarios nos conectamos con los demás. 

Podría quedarme muchos meses más en una feliz cuarentena.

Quizá nada de lo anterior le importe a nadie.  Y ya, nada más.

[3 de agosto de 2020. El 31 de diciembre sigo igual, por fortuna.]

'John Lennon/Plastic Ono Band'

[Publicado en mi Facebook el 11 de septiembre de 2020.]

El 11 de diciembre de 1970 fue lanzado al mercado el álbum ‘John Lennon/Plastic Ono Band’. Hoy se cumplen 50 años de eso.

Desde que descubrió el skiffle y el rock’n’roll en 1956, a sus 15 años de edad, hasta aproximadamente 1965, Lennon se entregó a la música como una expresión juvenil, explosiva, rebelde, espontánea: dionisíaca, por decirlo de manera rimbombante. 

Hoy tiende a olvidarse que a principios de los años sesenta la música popular era vista por encima del hombro incluso por sus propios creadores. (Usaré aquí el término “música popular” para referirme a las grabaciones que comercializan las empresas discográficas de manera masiva.) Cuando The Beatles estaban en la cúspide de su fama, entre los años ’63 y ’65, era común que les preguntaran a qué se iban a dedicar cuando dejaran de ser famosos, lo cual se suponía que sucedería pocos años después. Ninguno de ellos planeaba seguir siendo cantante después de los 25 años de edad, más o menos. El pop y el rock’n’roll se consideraban géneros para adolescentes, no para adultos ni gente madura.

Por mil causas, entre diciembre del ’65 y diciembre del ’67 The Beatles publicaron varios sencillos, tres LP y un doble EP (‘Magical Mystery Tour’) que conviertieron al rock’n’roll —una expresión de raíz negra y deliberadamente cruda— en una forma más elaborada, mezclada con la tradición clásica europea, así como con elementos de electrónica, psicodelia, letras más 'existencialistas', comentarios sociales, frecuente intelectualización, espiritualidad oriental y más de un guiño a las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX. Es decir, el rock’n’roll se transformó en rock. Y si suena pretencioso, es porque frecuentemente lo era. La cúspide de esa tendencia fue, para mi manera de ver, el álbum ‘Sgt Pepper’s’ Lonely Hearts Club Band’, aparecido el 1 de junio de 1967.

Se impuso entonces una nueva narrativa: la música popular se empezó a considerar —poco a poco pero consistentemente, como lo atestiguó en su tiempo Leonard Bernstein— ya no nada más una forma de entretenimiento ligero, sino una forma de arte legítimamente serio. Esta es la visión que predomina desde entonces.

(Quede apuntado aquí que yo considero que el arte “no culto” es de por sí tan legítimo e importante como el “culto” o “serio”, pero ha variado la validación y el prestigio que las instituciones culturales hegemónicas le dan. Una parte nada despreciable de esa validación de la música popular fue impulsada por The Beatles.) 

Sin embargo, ya a principios de 1968 The Beatles empezaron a regresar a una forma directa e inmediata de grabar música. Desde el sencillo “Lady Madonna” y el track “Hey Bulldog” (ambos de febrero del ’68), el grupo fue dejando atrás las orquestas sinfónicas, los cuartetos de cuerda, las pistas tocadas al revés y rebuscamientos similares. Y aunque la posterior canción “Get Back” fue de autoría de McCartney, en realidad quien fue “getting back” o regresando a una raíz cada vez más esencial y fiel a su origen fue Lennon.

Para entonces Lennon tenía aproximadamente un año y medio de estar distanciándose de The Beatles, el grupo que él creó. En ese tiempo Lennon jugó a ser un Beatle y al mismo tiempo a no serlo, y jugó ese juego al lado de su nueva pareja, una importante artista Fluxus japonesa. Lennon hizo collages sonoros, experimentó con heroína (que ningún otro Beatle había probado hasta entonces), encabezó una performática y juguetona cruzada por la paz, se desnudó con su novia en la portada de un álbum, hizo escarceos como artista visual y fílmico, e incluso formó un súper grupo que duró un solo día (de la tarde del 11 a la madrugada del 12 de diciembre de 1968): The Dirty Mac, con Keith Richards, Eric Clapton y Mitch Mitchell, a quienes se sumaron, durante un track, Yoko Ono y el violinista Ivry Gitlis.

Lennon se había cansado de estar en una ‘boy band’ que únicamente servía para el entretenimiento del público, y todas estas actividades mencionadas lo recolocaron —en la imaginación del público, al menos— como un rebelde e impulsaron un progresivo alejamiento de sus tres compañeros de Liverpool. Así pues, no es sorpresa que el final de The Beatles, más o menos un año después, lo haya provocado mayormente el mismo Lennon —en el verano del ’69, aunque no se hizo público sino hasta la primavera del ’70—. Él mismo lo dijo: “Yo inicié la banda. Yo terminé con ella. Así de simple”. (Quienes culpan a Yoko Ono son una de dos cosas: o desinformados o tontos.)

Después de algunos sencillos solistas antes y después de la disolución de The Beatles (“Give Peace a Chance”, “Cold Turkey”, “Instant Karma! (We All Shine On)”), y tres conciertos con Ono en Cambridge, Toronto y Londres, se puede decir que Lennon estaba en la cúspide de su creatividad. Para entonces, Ono y Lennon habían creado la Plastic Ono Band, un “grupo conceptual” cuya alineación era deliberadamente abierta y flexible. En esa banda llegaron a tocar (a veces sólo por unos cuantos minutos y una única vez), por ejemplo, Eric Clapton, Timothy Leary, Allen Ginsberg, Keith Moon, Frank Zappa, dos ex Beatles y varias otras personas.

En medio de esas circunstancias, ya en 1970, Ono y Lennon tomaron durante unos meses una terapia desarrollada por el psicológo Arthur Janov, denominada “terapia primal”, basada en el “primal scream” o “grito primordial / primigenio”. Lennon de inmediato la incorporó a sus nuevas canciones, como se oiría literalmente en los alaridos de su siguiente álbum.

Toda la búsqueda personal que empezó alrededor de 1966 culminó musicalmente, a mi parecer, en el álbum ‘John Lennon/Plastic Ono Band’. Ese álbum es en muchos aspectos el anti-‘Sgt. Pepper’s’.

Como había estado ocurriendo desde 1968, el proceso de grabación de ese disco fue súper simple. Del 26 de septiembre al 23 de octubre de 1970 no hubo que producir gran cosa, en parte por la larga experiencia de Lennon dentro del estudio de grabación, y en parte por la propia naturaleza de las composiciones. Para tocar y grabar la música hubo básicamente un ingeniero de sonido, Richard Lush, y tres músicos: Klaus Voorman en el bajo, Ringo Starr en la batería, y John Lennon en la guitarra acústica, la guitarra eléctrica, el piano, el órgano y la voz. Las únicas excepciones fueron los tracks “Love”, en que Phil Spector toca el piano, y “God”, al que Billy Preston fue invitado especialmente a tocar unos acordes en un piano de cola, mientras Lennon los remarcó con unas notas agudas en un piano honky-tonk. Se otorgó al final el crédito de productor a Phil Spector, pero casi como un trámite, pues Spector sólo dio algunos breves consejos para grabar el disco y lo mezcló con sencillez.

No es un disco fácil de oír. Este LP muestra claramente lo que observó Arthur Janov: “En medio de toda esa fama, riqueza y adulación había sólo un niño pequeño y solitario”. En este período, el estado emotivo de Lennon era especialmente arrebatado, tenía sus heridas emocionales abiertas. Entre las sesiones de grabación (y justo el día de su cumpleaños número 30, el 9 de octubre), el ex Beatle invitó a su padre, Alfred Lennon, a almorzar a su mansión, Tittenhurst Park; fue uno de los contadísimos encuentros de padre e hijo después de la infancia de John. Sin embargo, John estaba tan resentido con su padre que, entre gritos, amenazó con mandarlo arrojar al mar “hasta cien brazas [casi doscientos metros] de profundidad”. Nunca volvieron a verse; Alfred Lennon moriría de cáncer en 1976 a los 63 años de edad. 

El disco retrata ese remolino y esas contradicciones fielmente, con todas las virtudes pero también con los terribles defectos de la personalidad de Lennon. Es claro en esta grabación que Lennon es un hombre de extremos, alguien que lleva sus emociones buenas y malas a un grado superlativo. (Es un error considerarlo un héroe; me parece equivocada la tendencia que hay desde 1980 a santificarlo.) Éste es un álbum directo, crudo, inmediato, catártico, confesional, intenso, real, verdadero, despojado, desnudo, honesto, profundamente humano. Es emoción pura y en carne viva. Sus letras son personalísimas, autobiográficas, llenas a veces de profunda tristeza y dolor, de una intensa rabia en varias ocasiones más, y también de un amor desbordante. En cuanto al estilo musical, estamos ya en las antípodas de ‘Sgt. Pepper’s’; ‘John Lennon/Plastic Ono Band’ es una grabación casi punk, surgida unos seis años antes de la ola punk. Catorce años después de haber conocido por primera vez el rock’n’roll, y después de haberlo transformado de raíz con The Beatles, Lennon ha realizado un viaje completo de regreso al origen, no sólo a su infancia y a su familia, sino también a la pasión visceral y básica que lo enganchó a ese género musical. Sin embargo, al mismo tiempo también todo ha cambiado: ésta no es música para bailar en fiestas; es introspección absoluta. Lennon logra esto incorporando el entonces novedoso estatus del rock como arte “serio”, sea lo que eso signifique. Un disco así habría sido impensable para cualquier artista unos siete u ocho años antes. 

En una nota personal, diré que algo de lo que más me ha atraído del disco han sido los títulos de varias de sus canciones: “Mother”, “Isolation”, “Remember”, “Love” o “God” son palabras directas, contundentes, sin rodeos, además de universales. 

Hacia el final de la canción “God”, Lennon exclama: “No creo en The Beatles.” Así entierra para siempre a su grupo más famoso. La canción acaba con la frase: “El sueño ha terminado”, que ha sido tomada como el epitafio de los años sesenta.

El álbum fue bastante exitoso, pero no clamorosamente (le hizo mucha sombra el ‘All Things Must Pass’ de George Harrison, publicado catorce días antes). Aun así, hoy se le considera el mejor álbum solista de Lennon. Sus álbumes sucesivos serían más bien desiguales, a veces con tracks grandiosos, a veces con mero relleno —quizá el único comparable sería el álbum 'Imagine' de 1971, quizá...—.

‘John Lennon/Plastic Ono Band’ es una obra de arte tan perfecta —con todas sus imperfecciones— como puede serlo un disco de música popular. Siempre fue el disco del que Lennon se sintió más orgulloso, incluso por sobre las grabaciones de The Beatles. En este álbum su autor está pintado de cuerpo entero. Parafraseando a Walt Whitman, diremos que “esto no es un disco; quien escucha esto, escucha a un hombre”.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Vanidad de vanidades

He notado cada vez más que contactos y ‘contactas’ mías en las redes sociales sienten la obligación de compartir contenidos compasivos, serios, profundos, y que provienen de un agudo sentimiento de justicia, de indignación moral, de responsabilidad, de conciencia social y de voluntad de ayudar para solucionar los problemas más graves del país, o al menos los que existen entre nuestras personas próximas. No pocas veces eso está asociado a una idea utópica de acción colectiva. 


En el fondo, menosprecio la esperanza de que la utopía sea viable. Un ejemplo de ello es mi aversión a la canción “Imagine” de John Lennon. Me parece que, además de tener música aburrida, tiene una letra especialmente boba, puesto que, a pesar de sus buenos deseos —encomiables  de suyo—, los expresa desde un total autoengaño, con un optimismo desbordado cuyos pies no están puestos sobre la tierra: esa letra no sólo es síntoma de pura ignorancia, sino sobre todo es un dislate buenista, un delirio de candidez. (Por otro lado, el activismo que sí sigue una estrategia clara, la acción directa y la organización abiertamente revolucionaria —a pesar de sus logros reales e importantes— me parecen violentos en exceso para mi carácter personal, por lo cual también los rehuyo. Además los temo.) 


Por mi parte, casi siempre, o quizá absolutamente siempre, he albergado la radical convicción de que el mundo no va a cambiar nunca. Soy profundamente pesimista. Ese hecho me decepciona, pero tampoco distingo hechos ni conozco argumentos que muestren que el mundo es transformable de raíz. Como respuesta a mi desilusión he adoptado una postura cínica. A pesar de la jocosidad que adopto en la superficie, mi actitud es melancólica en el fondo. Con todo, no me parece una conducta ilegítima. 


He de confesar que no me mueven los ideales éticos ni políticos. Mi motor siempre ha sido la estética, **separada de las otras esferas de la experiencia**. Sospecho que en mí eso ya es permanente (e ignoro si eso sea bueno o malo). De ahí mi admiración a personas como Oscar Wilde, por ejemplo, y mi indiferencia —en el mejor de los casos— hacia gente como el Che Guevara y en general hacia los revolucionarios, los predicadores y los augures de un imposible “Hombre Nuevo”. El entusiasmo por una supuesta refundación total de la humanidad me parece ridículo por iluso. 


Antes bien, admiro a las personas contemplativas que dan fe de cómo son las cosas reales: sobre todo, gente que escribe, pinta y hace música. Creo que esas prácticas —además de otras actividades estéticas, a las que sumo las cognoscitivas— están entre las pocas que no nos deparan un desencanto seguro. Ignoro qué otras praxis nos den tanta felicidad sin albergar, al mismo tiempo, la posibilidad amarga de un desengaño. Y es que a mí una posible decepción me infunde un terror pánico.  


En fin: mis provocaciones cínicas, descaradas e irónicas, mis sonrisas torcidas, mi bufonería sarcástica y ácida tampoco plantean nada constructivo, sino que acaban siendo apenas poco más que un mero regodeo en la desgracia. Mi actitud se reduce a compartir memes sonsos, burlarme, emitir frases ingeniosas, ‘boutades’, ‘bon mots’ y ‘witty remarks’ y a seguir un juego justificado solamente por el juego mismo. No hay salida a los problemas de la vida, y pareciera que gozo ese hecho y su reconocimiento nihilista. En verdad no lo disfruto; pero, por otro lado, tampoco distingo ningún horizonte de liberación real respecto de nada. 


Probablemente la ataraxia, el estoicismo y la mera contemplación sean una solución en mi vida. (Pero no desde el budismo ni el orientalismo en general.) Para mí, lo importante es “irla llevando” o, como dicen en España, “ir tirando”, intentar sobrevivir y evitar el sufrimiento tanto como sea posible hasta que mi cuerpo aguante.  


Ni modo, así es mi carácter y no he podido cambiarlo, a pesar de haberlo intentado un millón de veces en mi vida. El heroísmo, o el intento de heroísmo, no se me ha dado nunca. Quizá a lo que más debo aspirar es a no hacer daño ni estorbar a los que hacen el bien. Lo que sí debo eliminar es la culpa por ser como soy, y he de entregarme a mi naturaleza para trabajar desde ahí. Y dirigirme hacia... ¿dónde?


4-IX-2020, corregido el 8-IX-2020.

sábado, 27 de junio de 2020

Over 300 "singular" books as suggested by the members of a Facebook group


List of over300 so-called "singular" books as suggested by the members of a Facebook group:

Adolfo Bioy Casares: La invención de Morel (The Invention of Morel)

Aimé Cesaire: Discourse on Colonialism
Alain Robbe-Grillet: Jealousy
Alan Moore: Promethea
Aleister Crowley: Moon Child
Aleister Crowley: The Book of the Law
Aleister Crowley: The Drug and Other Stories
Alejandra Pizarnik: The Bloody Countess (La condesa sangrienta)
Alfred Jarry: Exploits and Opinions of Dr. Faustroll, Pataphysician
Alfred Jarry: Ubu roi; Ubu cocu; Ubu enchaîné; Ubu sur la Butte
Alfred Korzybski: Science and Sanity: An Introduction to Non-Aristotelian Systems and General Semantics
Amos Tutuola: The Palm-Wine Drinkard
André Breton: Nadja
Angela Carter: Passion of New Eve
Angela Carter: The Infernal Desire Machines of Doctor Hoffman (The War of Dreams)
Anne Carson: Autobiography of Red
Anne Lamott: Hallelujah Anyway: Rediscovering Mercy
Anthony Burgess: A Clockwork Orange
António Lobo Antunes: The Natural Order of Things
B. Traven: Death Ship
Ben Marcus: New American Stories
Ben Marcus: The Flame Alphabet
Bible, The
Bob Dylan: Tarantula
Bob Frissell: Nothing in This Book Is True, but It's Exactly How Things Are: The Esoteric Meaning of the Monuments on Mars
Boris Vian: L’Écume des jours
Bret Easton Ellis: American Psycho
Brian Aldiss: Barefoot in the Head
Brian Catling: The Vorrh
Bronze Age Pervert: Bronze Age Mindset
Bruce Robinson: The Peculiar Memories of Thomas Penman
Bruno Schultz: Street of Crocodiles
Cameron Pierce: Ass Goblins of Auschwitz

Can Xue: Frontier 
Carlos Castaneda: The Teachings of Don Juan
Carlton Mellick III: Satan Burger
Christian Bök: Eunoia
Christophe Petchanatz: Vanille
Christopher Buehlman: The Lesser Dead
Chuck Palahniuk: Haunted
Chuck Palahniuk: Invisible Monsters
Chuck Tingle: The Tingleverse: The Official Chuck Tingle Role-Playing Game
Clarice Lispector: The Passion according to G. H.
Claudia Rankine: Citizen
Clive Barker: Cabal
Clive Barker: Coldheart Canyon
Comte de Lautréamont: Les Chants de Maldoror
Cordwainer Smith: Nostrilia
Cordwainer Smith: The Rediscovery of Man
Cormack McCarthy: Blood Meridian or The Evening Redness in the West
Cormack McCarthy: The Border trilogy
Crispin Glover: Concrete Inspection
Dan Simmons: Hyperion
Daniel Evan Weiss: The Roaches Have No King
David Berman: Actual Air
David Cronenberg: Consumed
David Foster Wallace: Infinite Jest
David Lindsay: Voyage to Arcturus
David Markson: Wittgenstein's Mistress
David Toop: Ocean of Sound
David Toop: Sinister Resonance
David Wallechinsky, Amy D. Wallace, Ira Basen, Jane Farrow: The Book of Lists: The Original Compendium of Curious Information
David Wong: John Dies at the End
Dennis Cooper: Frisk
Dennis Cooper: Period
Don Winslow: The Power of the Dog
Donald Barthelme: City Life
Donald Barthelme: Paradise

Doris Lessing: Briefing for a Descent into Hell
Douglas Hofstadter: Gödel, Escher, Bach: An Eternal Golden Braid
E. E. Cummings: The Enormous Room
Ed Sanders: Tales of Beatnik Glory
Edward Lee: The Bighead
Elias Canetti: Auto-da-Fé
Emma Donaghue: Room
Enrique Vila-Matas: Bartleby and Company
Eric Basso: The Beak Doctor: Short Fiction, 1972-1976
Eric Carle: The Very Hungry Caterpillar
Erik Davis: TechGnosis: Myth, Magic, and Mysticism in the Age of Information
Esther Forbes: A Mirror For Witches
Eugène Ionesco: The Bald Singer
Fernando Pessoa: The Book of Disquiet
Fitz Hugh Ludlow: The Hasheesh Eater
Flann O'Brien: At Swim-Two-Birds
Flann O'Brien: The Third Policeman
Flannery O’Connor: The Complete Stories
Frank Herbert: Dune, all 9 vols.
Frank Norris: McTeague
Franz Kafka, The Castle
Franz Kafka, The Metamorphosis
Fyodor Dostoevsky: The Brothers Karamazov
Gabriel García Márquez: One Hundred Years of Solitude
Gail Duff: A Loaf of Bread: Bread in History, in the Kitchen and on the Table: Recipes and Traditions
George Alec Effinger, When Gravity Fails
George Cockcroft: The Dice Man
George Herriman: Krazy Kat (all the comic strips)
George Orwell: Keep the Aspidistra Flying is a good study of moth-eaten middle-aged angst, with a fabulous scene of drunkenness...
Georges Bataille: Story of the Eye
Gershon Legman: The Rationale of the Dirty Joke
Gertrude Stein: How To Write
Gilles Deleuze, Félix Guattari: Mille plateaus
Giorgio de Chirico: Hebdomeros
Giovanni Papini: The Black Book
Grant Morrison: The Doom Patrol (comic book)
Grant Morrison: The Invisibles (comic book)
Greg Bardsley: Cash Out
Greg Bear: Blood Music
Greg Egan: Diaspora
Gregory David Roberts: Shantaram
Gregory Lewis: The Monk
Guy Debord: The Society of the Spectacle
H. Rider Haggard: She: A History of Adventure
Han Kang: The Vegetarian
Harry Crews: Feast of Snakes
Haruki Murakami: A Wild Sheep Chase
Haruki Murakami: Kafka on the Shore
Haruki Murakami: The Wind-Up Bird Chronicle
Henry Miller: Tropic of Cancer
Hermann Hesse: Steppenwolf
Hermann Hesse: The Glass Bead Game
Hideshi Hino: Panorama of Hell
Hubert Selby Jr: The Room
Hubert Selby Jr.: Last Exit to Brooklyn
Iain Banks: The Wasp Factory

Ian McEwan: The Cement Garden
Iceberg Slim: Pimp: The Story of My Life
Irvine Welsh: Acid House
Irvine Welsh: Filth
Irvine Welsh: Trainspotting
Italo Calvino: If on a Winter’s Night a Traveler
Italo Calvino: Invisible Cities
J. G. Ballard: Concrete Island
J. G. Ballard: Crash
J. G. Ballard: High Rise
J. G. Ballard: The Atrocity Exibithion
Jack Ketchum: The Girl Next Door
Jacques Derrida: Glas
James Ellroy: The Black Dahlia
James Joyce: Dubliners
James Joyce: Finnegans Wake
James Thomson: City of Dreadful Night
Jamie Gillis, Peter Sotos: Pure Filth
Jan Potocki: Manuscript Found in Saragossa
Janet Frame: The Carpathians
Janina Matthewson: Of Things Gone Astray
Jasper Fforde: The Fourth Bear (super fun)
Jean Cocteau, Les Enfants terribles
Jean Ray: Malpertius
Jean-Paul Sartre: Nausea
Jeff Noon: Vurt
Jeff Vandermeer: City of Saints and Madmen
Jeffrey Eugenides: Middlesex
Jim Crace: Being Dead
Jim Thompson: Child of Rage (“first time I read it, I hated it with a passion”)
Jim Woodring: The Frank Book
JMR Higgs: The First Church on the Moon
Johanna Sinisalo: Troll: a love story
John Ajvide Lindqvist: Let the Right One In
John Barth: Giles Goat-Boy
John Barth: Letters
John Cage: Silence
John Cage: X: Writings
John Kennedy Toole: A Confederacy of Dunces
John Zorn: The Book of Heads
Jonathan Safran Foer: Extremely Loud & Incredibly Close
Jorge Luis Borges: Fictions
Joris-Karl Huysmans: À rebours
José Donoso: El obsceno pájaro de la noche (The Obscene Bird of the Night)
José Saramago: Essay on Blindness
Joy Williams: The Changeling
Jozef Rulof: The Cosmology of Jozef Rulof
Julian Jaynes: Consciousness and the Origin of the Bicameral Mind
Julio Cortázar: Blow-up and Other Stories
Julio Cortázar: Rayuela (Hopscotch)
Kalevala
Katherine Dunn: Geek Love
Kathryn Davis: Hell
Kathy Acker: Blood and Guts in High School
Kazuo Ishiguro: The Buried Giant
Kobo Abe: Kangaroo Notebook (“about a guy who wakes up with radish sprouts growing out of his legs”)
Kurt Vonnegut: Breakfast of Champions
Kurt Vonnegut: Slaughterhouse 5
Laurence Sterne: The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman
Leon Tolstoi: War and Peace
Leonora Carrington: The Hearing Trumpet
Lester Bangs: Psychotic Reactions and Carburetor Dung: The Work of a Legendary Critic
Lewis Carroll: Sylvie and Bruno
Louis Aragon: Le Paysan de Paris
Louis-Ferdinand Céline: Death on Credit
Mark Haddon: The Red House
Mark Z. Danielewski: House of Leaves
Marquis de Sade: 120 Days Of Sodom
Matthew Stokoe: Cows
Maurice Blanchot: Death Sentence
Maurice Blanchot: Thomas the Obscure
Mercè Rodoreda: Death in Spring
Mervyn Peake: Titus Groan (from the "Gormenghast" series)
Michael Chabon: Yiddish Policeman’s Union
Michael D. Rich: A Million Random Digits with 100,000 Normal Deviates
Michael Gira: The Consumer
Michael Sikkema: You've Got A Pretty Hellmouth
Michel Houellebecq: Platform
Michel Houellebecq: Submission
Miguel de Cervantes: Don Quijote
Mikhail Bulgakov: The Master and Margarita
Nathan Singer: Chasing the Wolf
Nicholson Baker: The Fermata (“erotic; really sticks; still think of that book years later”)
Nicholson Baker: The Mezzanine
Nick Blinko: The Primal Screamer
Nick Cave: And the Ass Saw the Angel
Nikanor Teratologen: Assisted Living
Octavio Paz: Labyrinth of Solitude (essay)
Octavio Paz: Monkey Grammarian (essay)
Pär Lagerkvist: The Imp
Patrick Dewitt: Under Majordomo Minor
Patrick Süskind: Perfume
Paul Bowles: The Sheltering Sky
Paul Gambino: Morbid Curiosities: Collections of the Uncommon and the Bizarre (Skulls, Mummified Body Parts, Taxidermy and more, remarkable, curious, macabre collections)
Paul Spinrad: The Re/Search Guide to Bodily Fluids
Pearl S. Buck: The Good Earth
Pete Frame: Rock Family Trees
Peter Sotos: Selfish, Little: The Annotated Lesley Ann Downey
Philip K Dick: Time out of Joints
Philip K. Dick: A Scanner Darkly
Philip K. Dick: The Three Stigmata of Palmer Eldritch
Philip Roth: Sabbath's Theater
Philip Terry (ed.): The Penguin Book of Oulipo: Queneau, Perec, Calvino and the Adventure of Form
Pierre Albert-Birot: First Book of Grabinoulor
Pierre Klossowski: Nietzsche and the Vicious Circle (essays)
Pierre Klossowski: Roberte ce soir
Poppy Z. Brite: Drawing Blood
Poppy Z. Brite: Exquisite Corpse
Poppy Z. Brite: Lost Souls
R. A. Wilson: The Illuminatus! Trilogy
Raymond Queneau: Zazie dans le metro
Raymond Roussell: Impressions d'Afrique
Rhys Hughes: Engelbrecht Again!
Richard Brautigan: A Confederate General from Big Sur
Richard Brautigan: Dreaming of Babylon
Richard Brautigan: In Watermelon Sugar
Richard Brautigan: The Hawkline Monster: A Gothic Western
Richard Brautigan: Trout Fishing in America
Richard J. Chacon, David H. Dye (eds.): The Taking and Displaying of Human Body Parts as Trophies by Amerindians
Richard Meltzer: Gulcher: Post-Rock Cultural Pluralism in America (1649-1993)
Richard Meltzer's reviews in Forced Exposure. (“I especially enjoyed the guy reviewing porn movies he watched with his baby awarding them point on a scale of how many nappies the infant wet while viewing”)
Rikki Ducornet: Netsuke
Rikki Ducornet: The Fan-Maker's Inquisition
Robert Dellar, Ted Curtis et al.: Seaton Point (collaborative novel)
Robert Rankin: Sprout Mask Replica
Robert W. Chambers: The King in Yellow
Roberto Bolaño: 2666
Roberto Bolaño: The Savage Detectives
Ross Raisin: God's Own Country
Russell Edson: The Tunnel
Russell Hoban: Riddley Walker
Salvador Elizondo: Farabeuf
Sam Kieth: The Maxx (comic book series)
Samuel Beckett: Molloy
Samuel Beckett: Malone Dies
Samuel Beckett: The Unnamable
Samuel R. Delaney: Babel-17
Samuel R. Delaney: Nova
Samuel R. Delany: Hogg
Shirley Jackson: We Have Always Lived in the Castle
Sigizmund Krzhizhanovsky: Autobiography of a Corpse
Simon Bond: 101 Uses for a Dead Cat
Sophie Campbell: Wet Moon (graphic-novel series)
Stephane Mallarme: Igitur
Steve Aylett: Lint
Steven Hall: The Raw Shark Texts
Strange Attractor Journal (MIT magazine)
Svetislav Basara: The Cyclist Conspiracy
T. C. Boyle: Water music
The Coming Boogie-Woogie: an ever-expanding choreographic encyclopedia of strategies, ideas, movements and concepts. Online: thecomingboogiewoogie.wordpress.com
Theodore Sturgeon: More than Human
Thomas Bernhardt: Extinction
Thomas Pynchon: Gravity's Rainbow
Tom Baker: Buried
Tom Baker: Curtains: Readings from "Molotov"
Tom Baker: Kluge
Tom Baker: Nazi, Monkey, Seance: A Broken Book
Tom Carson: Gilligan's Wake
Tom Robbins: Even Cowgirls Get the Blues
Tom Robbins: Skinny Legs and All
Urs Allemann: Babyfucker
voter pamphlets
William Burroughs: Junkie
William Burroughs: Naked Lunch
William Burroughs: Nova Express
William Burroughs: The Wild Boys
William Cobbing, Rosie Cooper (eds.): Boooook: The Life and work of Bob Cobbing
William Gibson: Neuromancer
William Kotzwinkle: The Fan Man
Wilson Harris: Resurrection at Sorrow Hill
Witold Gombrowicz: Cosmos
Yamamoto Tsunetomo: Hagakure
Yasunari Kawabata: Thousand Cranes
Yukio Mishima: The Decay of the Angel
Zohar, The
Zoje Stage: Baby Teeth