martes, 31 de mayo de 2011

REPROBAR A UN ALUMNO ES TRAUMARLO

«No puedes reprobar a tus alumnos, sobre todo si esa reprobación conlleva que uno o una de ellos se dé de baja de nuestra escuela. ¿No entiendes que ellos tienen todo el derecho de llegar tarde si así se dan las cosas? A veces hay excesivo tráfico en esta ciudad, y uno no puede prever ya ese tipo de contratiempos. Demasiada gente ociosa y revoltosa decide estorbar en las calles y no dejarnos trabajar a los que sí creemos en un México mejor.

»El hecho de reprobar puede frustrarlos y dejarles heridas irreparables en sus psiques frágiles. Podrían llegar a grados nefandos de depresión y alcanzar incluso un estado suicida. Y no queremos eso: nos quedaríamos sin juventud en este país. Y es que ¡yo creo en nuestra juventud! Necesitamos muchos entusiastas jóvenes que nos contagien sus grandes anhelos, sus maravillosas ilusiones y esa enorme alegría de vivir que nos da dichosos ánimos en medio de tanta adversidad.

»¿Son incumplidos? Yo no lo diría así. Más bien son libres. Son espontáneos. Son gente que necesita apoyo y comprensión, no coerciones ni límites dictatoriales. ¿Que no trajeron la tarea, que se les olvidó hacer una lectura? Bueno, míralo de este modo: algún día se percatarán de las necesidades de la vida; pero no ahora mismo, que es un momento en que deben explayar su ser sin que los restrinjamos. Nuestra misión debe ser, a lo sumo, esforzarnos por inculcarles en un semestre lo que sus pobres padres (siempre tan ocupados intentando ganarse la vida) no han logrado imbuirles en dos décadas.

»Recuerda que son chavos de 18 años. Aún no entienden muchas cosas. Sí, es cierto que son mayores de edad que pueden chupar, manejar autos (quizá chocarlos), fornicar y aun votar si así lo deciden. Pero su criterio todavía no está formado. ¿No te acuerdas de cómo eras tú a esa edad? ¡A los 18 uno todavía es un retoño sin dirección en la vida, uno todavía necesita estimulación temprana y entrar a una escuela que sea una guardería para veinteañeros!

»No es que sean mediocres en sus logros, flojos en su actitud ni dispersos en su trabajo escolar. Seguramente nuestros alumnos, en sus cinco viajes a Europa de este año, habrán visto horizontes mucho más amplios y libres que los que tú los obligas a ver. Pareces carcelero. Y además ingrato, porque ¿no ves que vivimos de sus colegiaturas? ¡No muerdas la mano que te alimenta! Si incurres en semejante innobleza incluso podré considerar el asignarte menos horas de clase el semestre próximo.

»En verdad no sé cómo no lo entiendes. Todo lo hacemos por el bien de la educación. ¿No te das cuenta?»



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