[A
continuación reproduzco un texto interesante que me he encontrado. Es un escrito
de Florencia Magaril publicado en la página Hipermedula.org: http://hipermedula.org/2013/04/el-arte-de-definir-que-es-arte-contemporaneo/
]
Cuando
hablamos de “lo contemporáneo” hacemos referencia a lo que ocurre en
nuestra época, lo que coexiste, lo actual, lo nuevo, lo de hoy. Sin embargo,
una vez establecido en la reflexión sobre el arte, lo contemporáneo se vuelve
una categoría que va incrementando su capacidad descriptiva y el conjunto de
manifestaciones que comprende. Lo contemporáneo como un espacio maleable donde
la reflexión actualiza sus herramientas y ensaya construcciones conceptuales
que dan cuenta de la incesante experimentación que el campo del arte potencia.
Una
primera acepción del arte contemporáneo es aquella que lo ubica como un
fenómeno que comienza a mediados del siglo XIX.
En su libro Arte Actual. Diccionario de términos y tendencias (1985), el
crítico Leonel Estrada lo define del siguiente modo: “Movimiento
que a partir de mediados del siglo XIX aparece como una revolución artística
que se inicia y trata de apartarse progresivamente del arte tradicional de
Occidente. Genéricamente, el Arte Contemporáneo es una discordancia que no se
ciñe a problemas formales, técnicos o estéticos sino que es algo que afecta su
uso social, creando perplejidad en la gente. Ya no es la belleza el canon de
medida; ni es la perspectiva, ni la proporción, tampoco son ya la armonía y la
simetría lo que este arte ilustra. De ahí que el espectador pregunte,
frecuentemente en este arte contemporáneo, ¿Qué es lo que esto significa?“.
En este
sentido, el arte contemporáneo se caracteriza por tener múltiples
interpretaciones, “opened-ended” que implica que la comprensión del arte
no siempre ocurre y los públicos muchas veces se confunden o desilusionan.
Esperan una definición única y verdadera sobre qué es el arte y la frustración
aparece cuando se confrontan con los múltiples modos de conceptualizarlo. La
búsqueda por la comprensión del sentido inscripto en las obras se vuelve al
mismo tiempo meta y obstáculo en la relación que establece el arte
contemporáneo con sus públicos.
Lo
contemporáneo en el arte también ha sido asociado al surgimiento de las
vanguardias históricas. Peter Bürger plantea que la meta de las
vanguardias históricas (futurismo, dadaísmo, surrealismo, cubismo,
expresionismo) fue la reconciliación del arte con la praxis de la vida. En su
intento por eliminar el vacío entre arte y vida la vanguardia debía destruir la
institución arte y transformar su aislamiento en una fuerza productiva para el
cambio social. A través de las vanguardias, según Bürger, el subsistema
artístico alcanza un estadio de autocrítica, tanto contra el aparato de
distribución artístico, como contra el status del arte en la sociedad moderna.
En tercer
lugar aparece la posición generalizada que atribuye lo específicamente
contemporáneo a la neovanguardia que surge en los 60. Esta transformación no
solo compromete al artista y su práctica sino que desde el dadá hasta el pop
art, pasando por el happening, performances, arte povera, arte conceptual,
entre otros, se viene produciendo una transformación en el rol del público. Las
diversas vanguardias artísticas han buscado distorsionar las líneas divisorias
entre arte, obra y público, realizando una completa revisión entre las
fronteras arte/vida, creación/ percepción, producción/ recepción, autoridad
/realidad, intentando romper la dinámica jerárquica y piramidal modelada por la
pasividad del espectador.
Tres
curadoras. Tres definiciones.
Pareciera
que proponer una idea única de qué es el arte contemporáneo se vuelve una tarea
imposible. Con el afán de aportar a este complejo entramado de nociones
rescatamos los testimonios de tres curadoras que nos aportan contribuciones
iluminadoras basadas en su práctica curatorial en la Ciudad de México: Ruth
Estévez, Itala Schmelz y Carmen Cebreros Urzaiz.
Desde una
posición crítica y reflexiva, Ruth Estévez, escritora, curadora y directora de LIGA-Espacio
para Arquitectura-DF, afirma: “el arte contemporáneo es una
estructura compleja y estamos acostumbrados a un tipo de cultura popular donde
todo es regido por la imagen, y el arte contemporáneo justamente no se rige
tanto por la imagen sino por medio de textos y asociaciones y la mayoría de la
gente está muy poco acostumbrada a este tipo de lenguaje. Entonces, su propio
desentrañamiento es complicado. ¿Cómo haces para ponerlo simple y no develarlo
al mismo tiempo? (…) el lenguaje del artista contemporáneo sigue siendo muy
diferente al del público en general y no tiene que ver el medio en sí, sino su
forma de hablar y de reflexionar acerca de ello. Creo que es precisamente
porque lo que hace un artista es observar la realidad, reflexionar en torno a
ella y materializarla de otra manera.”
Por su
parte, Itala Schmelz, crítica y curadora de arte, plantea que el arte
contemporáneo ha cambiado sus estrategias, paradigmas, lenguajes, herramientas
y ahora no es tan fácil definir qué es una obra ya que muchas producciones
artísticas implican procesos de comprensión más cercanos al campo de la
educación y pedagogía. Esta idea se vincula con la propuesta de transpedagogía
desarrollada por Pablo Helguera.
Según Helguera,
desde los años noventa es posible advertir un “giro pedagógico” en el
arte contemporáneo introduciendo en el proceso de su quehacer artístico algunas
nociones y principios básicos de la educación para profundizar la vinculación
entre los públicos y la reflexión crítica. En relación a la finalidad y
eficacia del arte, Itala plantea que el arte contemporáneo ha sido la clave
para deconstruir numerosos pensamientos dominantes y de control de la sociedad:
“Ha sido estratégico para tener un ángulo crítico, poder desarrollar cierta
ironía y humor (…) En todas las sociedades siempre ha habido puntas de lanzas y
el arte contemporáneo es una de ellas, no es el espectáculo para las masas. Es
esa punta de lanza la que permite tener activo el pensamiento, el lenguaje en
movimiento y en alerta los paradigmas y los mecanismos de control. Si pensamos
cuál es la eficacia del arte contemporáneo yo creo que es muy importante y
sustantiva pero no es una eficacia que alcance a grandes masas ni que haga
cambios inmediatos, es un arte que siempre se ubica del lado de la
transgresión, de lo crítico, lo rebelde, lo que rompe.”
Por
último, Carmen Cebreros Urzaiz, curadora del Programa Bancomer-MACG
Arte Actual, plantea que el artista contemporáneo es alguien en constante
transformación de su subjetividad y en esos procesos transformativos es donde
se construyen las obras. En este sentido se abandona la idea de genio creador
que nos revela las verdades y los enigmas de la vida y el artista se vuelve
alguien que se ubica en situación de comenzar de cero cada vez para producir
este conocimiento a través de la obra artística. “El arte no necesariamente
es pedagógico o explicativo de la realidad, lo que hace es pensar que el mundo
puede funcionar de otra manera y eso puede ser desorientador o reorientador.(…)
No creo que sea el deber del arte formar a nadie y si el arte adoctrina eso no
es arte sino otra cosa muy peligrosa.”
Sobre el rol y los mecanismos de los artistas, Cebreros propone: “El artista
es alguien que pone a prueba sus propios sistemas de conocimiento y ese
cuestionamiento, esa duda y esa necesidad de pensar el mundo de otras posibles
maneras, no como revelación ni como verdad, sino como posibilidades para
deslocalizarte y, desde esa desorientación pensar en cómo podría funcionar el
para mundo.”
Actualmente,
una vez más la definición sobre arte contemporáneo adquiere nuevos sentidos.
Nos encontramos atravesando un momento histórico signado por la multiplicación
de la oferta cultural y la proliferación de objetos culturales: “atrapado en
una masa caótica de objetos, el individuo creador recicla, transforma, se
apodera de los signos que lo rodean”, dice Nicolas Bourriaud, quien
propone la idea de postproducción . Este concepto hace referencia a la
tendencia de un gran número de artistas a interpretar, reproducir, reexponer y
utilizar obras realizadas por otros o productos culturales disponibles en sus
ámbitos cotidianos. No se trata de citas, referencias u homenajes, sino de un
nuevo uso que propone una relación activa y creativa con lo existente. Se trata
de una idea del artista como “apropiscionista”, que se sirve de los
códigos de la cultura, de las formalizaciones de la vida cotidiana, de todas
las obras del patrimonio mundial y los reordena y hace funcionar de un modo
específico, según unos sentidos específicos. Así, los nuevos artistas
contemporáneos recurren a la cultura, al lenguaje cinematográfico, a la
publicidad, al periodismo, al arte, a todo lo que los rodea, como una caja de
herramientas con las cuales “usar” el mundo y crear complejos de significaciones.
Florencia Magaril
http://flormagaril.tumblr.com