viernes, 13 de noviembre de 2009

El desnudo / Lo estético

EL DESNUDO

El desnudo es un cuerpo atemporal por estar despojado de ropajes, pero no es ahistórico, pues atraviesa todas las épocas. El cuerpo humano, sobre todo desnudo, es el hilo conductor de la tradición artística occidental, y es el lugar compartido por los lenguajes visuales en la historia.

Ahora bien, actualmente en las revistas, la televisión y la internet presenciamos anatomías ideales, sintéticas, hechas para ser vistas por millones. Estos cuerpos de puro valor de cambio (cuerpos moneda) son espectáculo, superficie, sexualidad fría, no erótica. Es el fetiche inerte de la pornografía y la publicidad: la manipulación de un maniquí. En cierto momento, de representación en representación, del maquillaje a la cirugía plástica, se pierde el cuerpo «real». La misma desnudez, como dice Jean Baudrillard, «no se opone ya radicalmente al vestido, no es más que una variante suya».

Pero en otro momento podemos regresar al cuerpo real y mirar a la modelo en el taller: al posar, ella respira, transpira y puede sentir frío o cansancio. Sobre todo, hay con ella una relación directa de persona a persona, y ese trato irremplazable es uno de los motores de mi obra.

Principalmente se trata de celebrar, en el cuerpo de la mujer, la belleza.

LO ESTÉTICO

«Estética» viene del griego aisthesis (percepción). Su raíz está, pues, en lo que captamos por los sentidos. Es verdad que la pintura es una cosa mental, como lo dijo Leonardo da Vinci, y como lo repiten cada vez más artistas contemporáneos; pero empieza y acaba en lo que vemos, no en lo que pensamos (sin desconocer que también implica ideas).

Lo «postestético» (así llamado por el crítico estadounidense Donald Kuspit) usa la forma como un simple medio para explicar un mensaje: una consigna, un sermón, un eslogan o una ocurrencia «chistosa». Es la ilustración (fotografiada, videograbada, pintada...) de una idea. O a veces es sólo el trasplante a la obra de un pedazo de realidad cruda y banal.

Lo estético, por el contrario, es una forma que se identifica con un contenido: una y otro son inseparables. La factura material, la forma y la composición nos convocan a contemplar con placer las superficies de los objetos en la obra. Y sentimos empatía y comunión al ver una creación así, pues ella es análoga a la manera en que sentimos lo bello, feo, dramático o sublime.

En mi pintura aspiro a hallar lo «otro» en los cuerpos humanos que conocemos y vemos ordinariamente: lo especial que habita en lo común. Dentro de la estética, busco hacer de lo familiar un jeroglífico.
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